El sermón del Padre, dado durante el quinto domingo de Cuaresma, se centra principalmente en la necesidad y el desafío de predicar la palabra de Dios, comparando esta tarea con la cruz de Cristo, que es el instrumento fundamental de salvación. El padre cita a San Pablo para enfatizar la carga y responsabilidad que los ministros de Dios llevan al predicar, reconociendo sus insuficiencias y la necesidad de la gracia divina. El sermón incluye una reflexión sobre el evangelio de San Lucas, que narra cómo Jesús predice su sufrimiento, muerte y resurrección, lo cual sus discípulos no entienden. El Padre señala que el rechazo y malentendido de la cruz y el sacrificio de Cristo reflejan la actitud actual de la sociedad, que prefiere el confort y la comodidad, alejándose del sacrificio y la penitencia que la Cuaresma demanda. Asimismo, el sermón habla de la historia de Bartimeo, un ciego cuya curación simboliza la necesidad de caminar en la fe y no permanecer estancado espiritualmente. El Padre anima a la congregación a seguir avanzando en su camino cristiano, pese a las dificultades y las tentaciones de cejar en el esfuerzo o desviarse del verdadero sendero que lleva a la vida eterna. El Padre subraya la importancia de caminar en la fe, recordando que la Iglesia es itinerante y los cristianos son aquellos que deben siempre avanzar hacia su destino final, la Jerusalén celestial. Critica la actitud moderna de evitar el sacrificio, y alaba la valentía de seguir a Cristo pese a las pruebas y el desapego de las comodidades mundanas. Finaliza afirmando que el camino espiritual debe ser recorrido en compañía de los hermanos y con la guía amorosa de Dios, instando a la comunidad a recibir la gracia que ofrece la Cuaresma, y vivir una vida de santidad y penitencia.