El Padre reflexiona sobre el pasaje del Evangelio donde Jesús llora por Jerusalén, expresando su deseo de proteger a sus habitantes como una gallina a sus polluelos. Este llanto representa el amor infinito de Dios hacia la humanidad y su dolor ante el rechazo de los hombres. El Padre destaca que la encarnación de Dios en Jesucristo es el acontecimiento más feliz de la historia, mientras que su muerte en la cruz es el más triste. Explica que Dios se hizo hombre para establecer una relación íntima de amor con nosotros, pero muchos no lo han comprendido ni aceptado. Se enfatiza que Dios desea una relación de amistad, intimidad y amor total con cada persona. El Padre lamenta que muchos vean a Dios solo como un juez o alguien a quien pedir cosas, en lugar de entender este deseo divino de intimidad. El sermón concluye exhortando a los fieles a reflexionar sobre quién es realmente Jesús para ellos, a perdonar como Él perdonó y a buscar esa relación íntima con Dios a través de la oración y el diálogo amoroso, comparándolo con el amor entre enamorados descrito en el Cantar de los Cantares.