El Padre reflexiona sobre un pasaje de la Epístola de San Pablo a los Romanos, enfocándose en la importancia de vivir según el Espíritu y no según la carne. Destaca que la verdadera vida cristiana implica compartir los sufrimientos y la muerte de Cristo, algo que muchos católicos modernos han olvidado. El Padre critica el catolicismo actual por haberse adaptado demasiado al mundo moderno, perdiendo de vista valores fundamentales como el sacrificio, la penitencia y el amor verdadero a Cristo. Señala que esto ha llevado a una pérdida de la auténtica alegría cristiana, que proviene de la unión íntima con Jesús. Contrasta la actitud de los primeros cristianos, que deseaban sufrir con Cristo, con la mentalidad actual que busca el confort y huye del sacrificio. Lamenta que se haya perdido la admiración por los santos y sus acciones heroicas. El Padre enfatiza que solo en Cristo se puede encontrar la verdadera paz y alegría, y que el catolicismo moderno ha sustituido el amor verdadero por una vaga idea de solidaridad. Concluye que es necesario volver a centrar la vida cristiana en la relación íntima con Jesús y el deseo de compartir su vida y sufrimientos.