En este sermón, el Padre reflexiona sobre el Evangelio del último domingo del tiempo ordinario, que presenta las palabras de Jesús sobre los signos y acontecimientos que precederán el fin de los tiempos. El Padre destaca que estas profecías, aunque misteriosas y preocupantes, no deben ignorarse. Analiza la "abominación de la desolación" mencionada por Jesús, señalando que se refiere a un poder personal que engañará a muchos y prohibirá el culto. Aunque no podemos afirmar que estemos en los últimos tiempos, el Padre advierte sobre la grave crisis actual en la Iglesia y la sociedad, dominadas por la masonería y la confusión. El Padre critica la idea de que los pueblos tienen "derecho a equivocarse", argumentando que nadie tiene derecho al error o la mentira. Llama a los fieles a tomar en serio las advertencias de Jesús, no para asustar sino para estar preparados. Enfatiza la responsabilidad de los cristianos de vivir el Evangelio con autenticidad en un mundo confundido, siendo testigos de la verdad aunque el mundo no quiera escuchar. Concluye exhortando a vivir con integridad las enseñanzas de Cristo contenidas en el Evangelio.