El Padre analiza la parábola del deudor injusto, enfocándose en el tema de la misericordia y el amor. Explica que Dios, al crear al hombre, quiso establecer una relación de amor y amistad, no de obligación o servidumbre. Por eso perdonó la inmensa deuda del hombre y lo elevó a la condición de amigo. El amor, según el Padre, es esencialmente libre y recíproco. Dios quiso que el hombre lo amara libremente, sin sentirse obligado. También destaca que el amor implica reciprocidad e intimidad, como entre amigos que se confían todo. Enfatiza que la misericordia es el atributo divino que mejor muestra la bondad de Dios. El hombre, creado a imagen de Dios, debe ser misericordioso para realizarse plenamente como persona. Amar no es algo marginal, sino intrínseco a la naturaleza humana. El Padre señala que no se puede amar a Dios sin amar al prójimo. Todas las relaciones humanas (paterno-filiales, fraternales, conyugales) deben basarse en la amistad y el amor. Concluye que al final de nuestra vida seremos examinados del amor. Si hemos amado, nos habremos realizado como seres humanos e hijos de Dios. Si no, habremos fracasado en nuestro propósito existencial.