El texto presenta una reflexión sobre un pasaje de San Marcos que muestra las diferentes reacciones ante las actividades de Jesús. La muchedumbre era tan numerosa que no les permitía ni comer. Sus parientes lo consideraban loco y querían apoderarse de él, mientras que los escribas de Jerusalén lo acusaban de estar poseído por Belzebú y de expulsar demonios por el poder del príncipe de los demonios. Jesús responde a estas acusaciones con una parábola, argumentando que Satanás no puede expulsar a Satanás, pues un reino dividido contra sí mismo no puede subsistir. Explica que nadie puede entrar en la casa de un fuerte y saquear sus bienes sin antes atarlo, una metáfora que sugiere cómo el demonio primero intenta atar a los fuertes espiritualmente antes de despojarlos de sus bienes espirituales. El texto culmina con la advertencia sobre el pecado contra el Espíritu Santo, que según la interpretación presentada, consiste en atribuir con mala fe las obras evidentemente buenas al demonio. Este pecado se considera imperdonable no porque Dios no pueda perdonarlo, sino porque implica tal nivel de malicia y obstinación que la persona difícilmente se arrepentirá. Se distingue de otros pecados de debilidad humana por ser un rechazo consciente y voluntario del bien, motivado por puro odio.