El Padre habla sobre el domingo de Pentecostés, que marca el final del ciclo pascual y el comienzo del tiempo ordinario. Se enfoca en el Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad, describiéndolo como el amor y el corazón de Dios. Explica que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, y es el vínculo de amor entre ellos. El Padre destaca la importancia del Espíritu Santo en la vida cristiana, señalando que es esencial para conocer y amar a Jesús. Explica que el Espíritu Santo no habla de sí mismo, sino que nos lleva a Cristo y nos ayuda a entender sus enseñanzas. Enfatiza que sin el Espíritu Santo, es imposible conocer verdaderamente a Jesús o acercarse a Dios. El Padre anima a los fieles a invocar al Espíritu Santo en sus oraciones y a pedirle que encienda el amor de Dios en sus corazones. Lamenta la tibieza y falta de compromiso en la fe de muchos, atribuyéndolo a un amor débil por el Señor. Concluye instando a los fieles a pedir al Espíritu Santo que los haga santos y les permita conocer verdaderamente a Jesús.