El Padre lee el texto de San Pablo y lo va comentando. "Nuestra carta sois vosotros mismos..." Una de las cosas que le llama la atención de San Pablo es la grandeza de estómago, que es lo mismo que la grandeza de corazón. Era patente para todo el mundo, carta de Cristo expedida por nosotros mismos. No le da empacho en decir esto. Es consciente de la labor que hizo entre los corintios. Pero toda la obra es de Dios. Nuestra suficiencia viene de Dios. San Pablo no sería un cosicas tampoco ni un espíritu de canuto. Era ministro de la Nueva Alianza. Alusión a la ley antigua. Si el ministerio de la condenación fue glorioso, ¡cuánto más el ministerio de la justicia! Esto está en las antípodas de las crisis de identidad y de la crisis de lo que es el ministerio sacerdotal. El ministerio del sacerdocio es sumamente bello. Imaginemos el sacerdocio del Cura de Ars o de otros santos. En ellos fue perceptible la belleza y la grandeza de ese sacerdocio. Si en nosotros no lo es, no perdamos la esperanza de que algún así será.