El Padre analiza el pasaje del Evangelio de San Juan sobre la multiplicación de los panes y peces, utilizándolo como punto de partida para reflexionar sobre la verdadera naturaleza del Reino de Dios y la misión de la Iglesia. Explica que, aunque Jesús atendió las necesidades materiales de la multitud, huyó cuando quisieron hacerlo rey, demostrando que su reino no es de este mundo. El sermón contrasta dos visiones: la teología tradicional, que enfatiza la naturaleza trascendente y espiritual del Reino de Dios, y la "nueva teología progresista", que según el Padre se enfoca excesivamente en el bienestar material y temporal. Sostiene que aunque los cristianos deben participar en la mejora del mundo, su verdadera ciudadanía está en el cielo y son "peregrinos y forasteros" en la tierra. El Padre enfatiza que el Reino de Dios es principalmente interior y espiritual, no viene con espectáculo exterior. Describe la vida cristiana como un camino de seguimiento a Cristo, que requiere desprendimiento y fidelidad. Concluye que la verdadera misión de la Iglesia es la salvación eterna de las almas, no simplemente la mejora de las condiciones materiales, aunque estas vendrían como consecuencia natural de vivir los principios evangélicos.