El sermón aborda el Evangelio de San Juan sobre la multiplicación de los panes y peces, utilizándolo como punto de partida para reflexionar sobre la verdadera misión de Jesucristo. El Padre enfatiza que, si bien Cristo realizó milagros como este por compasión, su misión principal no era resolver problemas materiales sino espirituales - conducirnos al cielo y restaurar nuestra amistad con Dios, rota por el pecado. Advierte contra la tendencia moderna de reducir a Jesús a un mero revolucionario social, aclarando que aunque el cumplimiento de sus enseñanzas traería paz y justicia social, su misión es trascendente y divina. Destaca que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre, no simplemente un líder humanitario. El sermón contrasta los valores cristianos con los del mundo, citando las palabras de San Pablo de "buscar las cosas de arriba". Explica que el cristiano debe vivir con esperanza en el cielo, no poniendo su confianza en este mundo temporal. Aunque el cristiano experimenta sufrimientos, estos adquieren sentido al compartirlos con Cristo. Concluye reflexionando sobre el papel de los jóvenes en la renovación de la Iglesia, señalando que aunque muchos se han alejado, existe un remanente fiel que puede ser instrumento de renovación espiritual. El mensaje central es que la verdadera felicidad y realización solo se encuentra en seguir a Cristo y buscar el reino celestial, no en las cosas materiales y temporales.