El Padre analiza dos milagros del Evangelio: la curación del leproso y la del hijo del centurión. Ambos casos demuestran una fe inquebrantable en Jesús. El Padre utiliza estos ejemplos para contrastarlos con la situación actual, que describe como una época de apostasía general donde se han trastocado los valores cristianos tradicionales. Señala varios problemas en la sociedad actual: la pérdida del sentido del pecado, la degradación de valores morales, la destrucción de la familia tradicional, la educación secular alejada de Dios, y la corrupción dentro de la propia Iglesia. Critica específicamente la eutanasia, el aborto, el matrimonio homosexual, y la pérdida de autoridad paterna en la educación. El Padre enfatiza que, frente a esta crisis de fe, se necesitan personas con una fe inquebrantable como la del leproso y el centurión del Evangelio. Destaca que la verdadera felicidad no se encuentra en el abandono de Dios sino en mantener una fe firme y un amor incondicional a Jesucristo. Concluye llamando a los fieles a ser testimonios de fe en un mundo descreído, recordando que el bien siempre es más poderoso que el mal y que la verdad terminará imponiéndose sobre la mentira. Subraya la importancia de mantener la fe y el amor a Cristo como camino para la salvación personal y la transformación de la sociedad actual.