El Padre empieza leyendo las folias de "Las Bodas de Caná" desde el principio. La idea de la Fiesta, de la Alegría. Nos habla de la fiesta del hombre, para lo cual nos la presenta en paralelo con la Fiesta de Dios. Cuando la liturgia tenía un sentido, la idea de Fiesta discurre por toda ella. Es algo esencial. Los días litúrgicos se dividían fiestas o ferias. En ambas palabras aparece el carácter festivo. En aquellos días litúrgicos penitenciales, como adviento y cuaresma, la idea de fiesta no desaparecía tampoco. El gaudemus, el alelullia, el domingo laetare, o domingo gaudete, que se insertaban como un paréntesis, no se rompía la idea de fiesta. La predicación del sacrificio y del pecado y de la eternidad del infierno jamás prescindían de la idea de la alegría. No me pongo triste porque mi padre sea justo. Comenta que uno que fue a verle a decirle que todas las profecías negras sobre él se habían cumplido, y se había puesto triste. La bola de cristal del Padre funciona a tope. La idea de alegría y fiesta no debe estar ausente de la liturgia cristiana. Pero es una idea de fiesta que se funda en lo sobrenatural, en el misterio, en la gracia de Dios. No se puede fundar en lo psicológico, o lo sentimental. Es humano en tanto que viniendo de arriba llegan a nuestro corazón. Esta alegría psicológica tipo Jesucristo Superstar, o suscitando sentimientos humanos, es efímera. La alegría fundada en lo humano dura poco. La alegría de la que el Padre habla es humana porque llega a nosotros, pero viene de arriba. Hay que predicar de estas realidades, la muerte, el pecado, el infierno, no en plan tétrico, sino alegre. Sigue el Padre leyendo: "La Fiesta del hombre se hace imposible si no se celebra al mismo tiempo la fiesta de Dios..." En la fiesta del hombre puede suceder que lo imprevisto y desagradable aparezcan. "No tienen vino..." Y también llega la miseria del cálculo. "Todo el mundo saca el buen vino..." La abundancia de la alegría sin limitación solo puede darse en la fiesta de Dios. Dios interviene en la fiesta del hombre para hacerla posible, no para anularla. Dios está dispuesto a intervenir para ayudar a las limitaciones de la fiesta humana. Cualquier catequesis cristiana tiene que ser también gozosa. Nunca me ha terminado de convencer la predicación crispada, o que el predicador está amargado, por ejemplo, de tipo político, social. Aparece mala uva u odio o rencor. El Señor intervino para hacer la fiesta del hombre una fiesta de Dios. Y aquí aparece lo propio de la Fiesta de Dios: plenitud, rebosar, de la sorpresa, etc.