Homilía dedicada a los niños de Abanilla. Para uso interno por el estilo de hablar del Padre. El Señor quería mucho a los niños y los discípulos querían impedírselo. El Padre hablaba con los chicos de Abanilla y le daba mucha alegría ver lo bueno que eran, pero también mucha tristeza por ver lo mal preparados que están. Le echa la culpa de esto a los sacerdotes que no han sabido conducir y llevar a los niños a Jesús. El primer día que el Padre llegó a Abanilla le dio mucha lástima porque vio muchos niños, pero no comulgaban. Los mayores han impedido a estos niños que se acerquen a Dios. O los mayores cuando tienen el corazón sucio y se lo hacen sucio a los niños. La gentuza que empuerca el corazón de los niños. Y estos niños tienen que ser muy valientes y muy hombres porque en las escuelas y en las casas les enseñan a ser muy blandos. Cuanta que estando el otro día en Madrid cogió un taxi y el recorrido era largo. Y el taxista llevaba la radio a tope. En esos tres cuartos de hora tuvo que aguantar un montó de estupideces. Y comentaba con el Padre Paulino que estos taxistas se pasan oyendo estupideces y no piensan por sí mismos. Les han sacado el cerebro y les han metido un montón de serrín. La gente no tiene cerebro. Y así te encuentras unos niños estropeados, que solo ven porquerías y se pasan sin ser felices. Y esto le da mucha lástima al Señor. Y reza por ellos y los quiere mucho aunque Octavio se ria de esto. Y a los mayores les digo: cuando el Señor decía que no le impidáis a los niños que se acerquen al Señor, nos puede llegar a nosotros. Si ellos no ven que nosotros somos buenos, no amarán al Señor. Pedid para que el Señor dentro de poco tenga un buen grupo de niños de Abanilla.