La iglesia celebra la fiesta de San Pascual Bailón, un santo fraile lego conocido por su extraordinaria devoción a la Eucaristía. El Padre comparte inicialmente una anécdota personal sobre el miedo que le tenía al santo en su niñez debido a una leyenda popular que decía que golpeaba tres veces la cama para avisar de la muerte inminente. San Pascual Bailón se distinguió especialmente por su profunda devoción al Sagrario, siendo uno de los santos que más intensamente vivió su amor por Jesús en la Eucaristía. Se cuenta que cuando trabajaba en la huerta del convento, a veces se le veía elevarse por los aires hacia la capilla, atraído por su deseo de estar junto al Sagrario, donde pasaba largas horas en oración. Un hecho notable ocurrió durante su funeral, cuando su cadáver supuestamente abrió los ojos durante la elevación de la sagrada forma, un milagro que demostró su inmensa devoción. El Padre relaciona esta devoción eucarística con sus propias experiencias como misionero en la Cordillera de los Andes, donde llevaba la comunión a los indígenas, para quienes la Eucaristía era consuelo y vida a pesar de sus carencias materiales. El sermón concluye invitando a los fieles a encomendar sus vidas a San Pascual Bailón y a cultivar una devoción similar hacia la Eucaristía, enfatizando la presencia real de Cristo en el sacramento y la importancia de la unión con Él a través de la comunión.