El Padre reflexiona sobre un pasaje del Evangelio de San Mateo, destacando que no hay empresa imposible para quien tiene verdadera fe en Dios. Explica que el éxito o fracaso de nuestras acciones no depende de su dificultad intrínseca, sino de nuestra fe y confianza en el Señor. Utiliza el ejemplo de San Pedro caminando sobre las aguas para ilustrar cómo el miedo puede socavar la fe y llevar al fracaso. El Padre señala que Jesús nos incita a realizar acciones que el mundo podría considerar locas o irracionales, como mover montañas o alimentar a multitudes con pocos recursos. Enfatiza que estas empresas aparentemente imposibles son realizables a través de una fe fuerte. Aplicando esta enseñanza a la vida cristiana, el Padre menciona que podemos emprender actividades apostólicas ambiciosas e incluso aspirar a nuestra propia santidad, por difícil que parezca. Recuerda la frase bíblica "para Dios nada es imposible" y subraya que nuestro éxito dependerá de nuestra confianza y fe en Dios. Finalmente, el Padre concluye que al final de nuestras vidas, el balance de nuestras acciones será en realidad un balance de nuestra fe, confianza y amor a Dios. Cita a San Juan de la Cruz, quien dijo que al final seremos examinados del amor, y a Dante, quien describió el amor como la fuerza que mueve el sol y las estrellas, subrayando así la importancia central del amor en la vida cristiana y en nuestras acciones.