El Padre sigue leyendo y comentando sus folias al Cantar en las páginas 97-99 correspondientes a la edición de 1984. Ayer estábamos viendo un punto extremadamente difícil. En el amor poseer al otro es ser poseído. "Mi Amado es para mí y yo soy para Él". "Y la esposa sabe que el Esposo le pertenecerá..." El amor procede de dos y es el aliento que procede de dos. Una entrega amorosa fundada en un deber dejaría de ser amorosa. El amor es esencialmente libertad. El esposo se entrega porque quiere y lo mismo podría decirse de la esposa. "El Espíritu sopla donde quiere..." Dios no ha querido ser nuestro Señor sino nuestro amigo. Jn 15: 15. Dios respeta el juego de la libertad. Muchos hoy día hablan de la libertad pero no creen ni un pito en esa palabra. Nunca terminamos de creer esto de que Dios respeta nuestra libertad. En el amor sobra el "para que". La esposa desea recibir y espera algo, que es el otro. El amado no quiere otra cosa que su amada. ¿Por qué regalos en el amor? Esto lo impone nuestra condición de amantes y de espera. Mt 25: 1-16. Esto requiere explicación porque es muy profundo. Los regalos de Dios responden a una necesidad de ir anunciándose a la persona amada. Yo, después de darle la charla a los niños, me siento muy cansado. El Padre sigue hablando de los regalos del Esposo y el porqué de ellos. No podríamos conocer al Esposo de buenas a primeras porque excede a nuestra imaginación y a nuestro intelecto. En la medida en que lo imaginamos y pensamos, Dios no es, decía Santo Tomás. Es la teología apofántica. Dios es demasiado Dios. Se nos da a conocer poco a poco. Necesitamos una especial gracia de Dios. Los regalos responden a su categoría, pero no son iguales que Él. Son regalos regios que el hombre no puede hacer nunca. Todos hemos recibido regalos de Dios. De esto hablaremos mañana.