El Padre habla de el peligro de empequeñecer el mensaje del evangelio y la misión de Cristo. La gente se pasa la vida angustiándose la cabeza por la búsqueda de dinero. Una de las primeras cosas que hizo el Padre cuando se ordenó de sacerdote -comenta un chiste de pulgarcito- convocó a una reunión familiar para decirle que no iban a tener herencia suya porque él no iba a tener dinero. Los verdaderos tesoros no se compran con dinero. Venimos desnudos y nos iremos desnudos. Solo nos llevaremos el bien que hayamos hecho, nuestro amor, nuestro sacrificio. Lo único que vale la pena es querer al Señor y querer a los demás.