El Padre explica lo que significaba ser leproso en los tiempos antiguos. Este desgraciado tuvo valor para acercarse al Señor. Tendríamos que tener valor para reconocer nuestra miseria ante el Señor. Hace falta valor para ir en dirección contraria a la gente. Valor para luchar contra nuestra religión convencional. Recuerdos del Padre con nostalgia de aquellos pueblos de los Andes en comparación con esta religión convencional. Las horas del confesionario del Padre en los Andes. Recuerdos de aquella mujer que él fue a ver y que estaba enferma, y que sus familiares le preguntaban cómo se podía curar. El Padre solo le podía dar su medicina espiritual. El Padre siente nostalgia cuando recuerda eso y lo compara con el catolicismo convencional. El Señor se quedó solo ante el leproso. A la hora de la verdad, a pesar de que son muchos los que dicen que se preocupan por los hombres, pero solo Jesús es el que quiere de verdad a los desgraciados. El Padre también se ve a sí mismo como el leproso y desgraciado. El amor verdadero a los otros no se funda en cosas humanas sino en el amor a Dios. El amor no espera ser pagado. El Señor tomó nuestras miseras y las hizo suyas. ¿Qué quieres que te haga? Aquí se contempla el amor puro y desinteresado. Jesucristo dio su vida siendo inocente, por nosotros.