El Padre lee el pasaje de la vocación de Mateo y va comentando sobre lo que lee. Salió el Señor a la orilla del mar y toda la muchedumbre le seguía. Se oyen risas. El Padre compara esto con lo que a él le gusta salir a pescar. Explica las tradiciones de los judíos. Los fariseos se tenían por buenos. Esto es muy ridículo o indignante. "No tienen necesidad de médico los sanos..." El Señor vino a llamar a todos porque todos somos pecadores. La vida espiritual se puede tambalear cuando le das más importancia o menos importancia a una de las prácticas que hacemos. "Le daban al ayuno una importancia desmesurada..." En la vida espiritual todas las piezas tienen su jerarquía. Todas las piezas se subordinan al amor. La mortificación se subordina a la caridad. El Señor decía que había gente que se mortifica para que la gente los vea. Ya no está subordinada a la caridad. Lo mismo pasa con la castidad. La castidad cobra su sentido por el amor. Las mortificaciones que joroban al prójimo no es bueno. ¡Imaginaos a Carlos Prats o Juan Andrés de cocinero! La mortificación es eminentemente personal. La mortificación siempre cede ante la caridad. Menciona a Antonio y Paco. Menciona a Pedro. Cuento del viejo ermitaño que bajaba a coger comida y en los meses de verano había un riachuelo con agua fresca y decía que no bebía agua para sacrificarse. Y se le juntó un discípulo. Y el ermitaño no bebió agua y el que se le unió tampoco bebió. Y el viejo reaccionó para beber por amor. Y ese día vio dos estrellas brillantes. Jesús les hizo ver a los judíos que lo importante es el amor: "El amigo del esposo..." "El vino nuevo se echa en cueros nuevos". "Este es mi mandamiento nuevo..."