El Padre cuenta el evangelio a su manera. El Señor va a la causa de todos los males, que es el pecado. Esto ocasionó el escándalo de la gente. Jesucristo era Dios. Perdonar los pecados, solo Dios lo puede hacer. Más que el milagro en sí, el Señor nos quiere llamar la atención de que el único mal al que tenemos que tenerle miedo es el pecado. La gente tiene miedo de cosas y no tiene miedo del pecado: las brujas, las momias. La única cosa que nos puede dañar es el pecado. Yo me acuerdo cuando era niño que yo tenía miedo de los muertos. Pero pronto me di cuenta que los muertos no se aparecen, las brujas son una invención. Y aprendí a no tener miedo de esas cosas. El pecado me podía apartar de Jesús. El Padre recuerda su oración en la capilla de la Arrixaca en San Andrés. "No tengáis miedo a los que matan el cuerpo..." Yo me he visto en situaciones comprometidas en las que me he tenido que jugar la vida. Y sobre todo en Venezuela. No se trata de fantasmas, sino de cosas reales que te pueden dañar, a tu cuerpo, no a tu alma. Hay que tener un corazón fuerte para afrontar esas situaciones. La virtud de la fortaleza. Un cobarde siempre deja mucho que desear. Excita a la risa y a la compasión. Yo me indigno cuando veo la cobardía de tantos curas y de tantos obispos que le faltan las agallas. El Padre hace indirectamente referencia, sin mencionarlo, a lamer el culo. Hay que ser valiente y fuerte. Hombres valientes es lo que necesitamos.