El texto presenta una reflexión sobre el pasaje evangélico donde Juan el Bautista, encarcelado en la fortaleza de Maqueronte, envía a sus discípulos a preguntar a Jesús si es el Mesías esperado. El Padre explica cómo Juan el Bautista, en un momento de oscuridad y desánimo, duda de su misión. Jesús responde enviando pruebas de sus milagros y añadiendo "Bienaventurado el que no se escandalice de mí". La homilía desarrolla cómo esta situación tiene gran relevancia actual, donde el cristianismo parece arrinconado y el mal aparenta tener más poder. El predicador contrasta el aparente fracaso humano de grandes figuras como Juan el Bautista o el propio Jesús con su verdadero éxito según los criterios divinos. Critica la actitud de quienes son "veletas" o "chaqueteros", cambiando sus principios según la conveniencia, y llama a los fieles a mantener una firmeza en sus convicciones cristianas aunque esto implique ir contra corriente. El sermón concluye exhortando a los oyentes a desarrollar una verdadera hombría cristiana, caracterizada por la nobleza, la limpieza de corazón, la firmeza en los principios y un genuino deseo de justicia y santidad. Enfatiza que no se puede ser santo sin desarrollar primero un carácter fuerte y disciplinado, capaz de enfrentar sacrificios y mantener principios firmes incluso ante la adversidad.